LOS ÁNGELES. Tenía poco más de un año. Los médicos lo desahuciaron.
Mario Barwuah y su frágil anatomía cedían ante las inclementes pero
necesarias operaciones. Sus intestinos ganaban la batalla y él perdía
sus esperanzas de vida. Sus padres, ghaneses, migrantes en Italia,
enfrentaron el desafío: renunciar al hijo en vida o renunciar a la vida
de su hijo. Optaron por lo primero.
Y entonces, a los tres años, Mario Barwuah fue cedido en cuidados y
educación a la familia Balotelli. Francesco y Silvia se hicieron cargo
de él sin adoptarlo. En 1992, a Mario Barwuah le elaboraban su
certificado de defunción. 20 años después, el fútbol le emite su
certificado de resurrección. El condenado a muerte, hoy es candidato a la inmortalidad.
Mario Balotelli es hoy héroe en Italia. El extravagante, excéntrico,
bipolar, impredecible, aberrante, petulante jugador sentenció a la
poderosa y favorita Alemania con ese don divino que recibió: el gol. Dos
misiles hundieron a la poderosa armada germana. Es un usurpador en
Italia. Con ocho de sus actuales compañeros se lió a palabras, empujones
o amenazas, en diferentes pasajes de su estrambótica carrera.
Thiago Motta, Andrea Pirlo, Gianluigi Buffon y el mismo entrenador
Prandelli, han reconocido que en ocasiones les cosquillean las manos con
el deseo de ahorcarlo, y es el único que ha vencido en el duelo de
arrogantes a José Mourinho. Su epitafio, que lleva 20 años de retraso en
ser inscrito, según los médicos, está claro: "Sembró vientos y cosechó
tormentas". Sin duda.
Y esa forma de vida tiene más de incidental que de accidental. Tiene
más de causal que de casual. Balotelli es un provocador: es quien
propicia el estruendo, el estrépito, en tiempos de calma propicia. Se
considera mejor que Messi, más guapo que Ronaldo, injustamente mal
pagado (1 millón de dólares al mes), y defiende su privilegio de raza
negra contra estadios enteros, contra naciones enteras, a pesar de que
llamó oportunistas a sus padres Thomas y Rose, cuando estos quisieron
recuperarlo y era ya más el Balotelli del escándalo que un Barwuah de
las calamidades.
Es tan irrespetuoso e insolente que a la afición entera del Inter la
desafió llevando una camiseta rojinegra del Milan a una entrevista, y
hasta arrojó varias veces la camiseta azulnegra contra el pasto como
protesta por los abucheos. Y hay algunas frases que lo describen, otras
que lo descubren, otras que lo sepultan y otras que lo caracterizan.
"Cuando convierto un gol no lo celebro porque es mi trabajo, cuando un
cartero entrega una carta, ¿acaso lo celebra?". Y este jueves Balotelli,
con el 2-0, se quedó petrificado, impávido, impenetrable, observando al
mundo que lo observaba. Reconciliado ya con sus padres, se dio tiempo
para homenajearlos tras vencer a Alemania: "Abracé mucho a mi mamá
porque los dos goles eran para ella. A la final (ante España) también
vendrá mi papá, por lo que tendré que hacer cuatro".
Roberto Mancini, su entrenador en Manchester City, le dijo una vez:
"Hace diez años, te hubiera educado a golpes. Hoy solo quiero
convencerte de tener cada semana al mejor futbolista que hay en ti".
¿Cada semana? Mancini no lo ha conseguido. Prandelli tampoco. Mourinho
claudicó. Y el fútbol, como universo, aprendió a conformarse con ese
poquito que este futbolista desahuciado hace casi 20 años, se decide a
darle a cuentagotas cuando deja de participar en obras de caridad o deja
de escenificar escándalos en las calles con actrices del cine porno.dlr
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