Parecía que estaba escrito. Y escrito con tinta azul, además. Con un
inicio de temporada poco prometedor, sin grandes estrellas como las del
Real Madrid o Barcelona (con excepción del extraordinario jugador Didier
Drogba) y teniendo incluso el plantel menos “talentoso” desde que el
magnate ruso Roman Abramóvich comprara el club londinense en el 2003, el
menos favorito de todos los grandes equipos que participaron en la
Champions League 2011-12 terminó alzando la ‘Orejona’.
Aparecieron los ‘blues’ para dar el batacazo ante la sorpresa de
propios y extraños. Primero, eliminando en semifinales al mejor equipo
de todos los tiempos, el Barcelona de Guardiola; y después, ganando una
final impensada frente al Bayern Múnich en su propio estadio cuando –una
vez más– no llegaban como favoritos. Y es que los bávaros, además de
ser locales, tenían la experiencia y jerarquía que solo se consiguen
ganando cuatro veces la Liga de Campeones, sin olvidarnos de sus grandes
figuras como Arjen Robben y Franck Ribery.
Es cierto que los británicos no lucieron un fútbol vistoso y ofensivo
durante el certamen, como sí lo hicieron otros conjuntos, pero también
es cierto que se convirtieron en un elenco imposible de vencer, con una
auténtica muralla azul en el fondo y un contragolpe letal encabezado por
el marfileño Drogba y el brasileño Luis Ramires, quien no jugó la
definición de anoche por suspensión.
LA SUERTE TAMBIÉN JUEGA
Desde la Ciudad Condal, cuando Lionel Messi falló un penal como pocas
veces, cuando todos apostaban por una goleada del Barza, hasta anoche,
cuando a siete minutos del final todo indicaba que los bávaros
conseguirían su quinta Champions League gracias al sorpresivo gol de
cabeza de Thomas Müller que abría el marcador recién a los 83’, pudimos
comprobar que la suerte juega y muchas veces es decisiva.
El resto es historia. Los dirigidos por Roberto Di Matteo consiguieron
la igualdad gracias a un fulminante cabezazo de Drogba, quizá el mejor
futbolista del campeonato, en un primer milagro ocurrido a dos minutos
de cumplirse los 90’. Esto forjó los tiempos suplementarios donde se
produjo el segundo milagro para el Chelsea: el holandés Robben, emulando
a otros grandes como ‘Lio’ y CR7, falló un penal que hubiera sido el
título para los germanos.
Así el 1-1 se mantuvo durante los 120 minutos de juego, por lo que fue
necesario irse a la definición desde los doce pasos. Aquí parecía
nuevamente que la copa se quedaba en casa, cuando Neuer le atajó el
primer remate al español Juan Mata; sin embargo, una vez más, apareció
la diosa fortuna a favor de los ‘blues’, quienes terminaron ganando
gracias a un último tanto de ese ángel de la guarda del Chelsea llamado
Drogba. Increíble, pero esto es lo que hace lindo al fútbol, señores. ¿O
no?dd
Por Daniel Cutimbo
No hay comentarios:
Publicar un comentario